Cuentos para educar: “El traje nuevo del emperador”

Virgilio Postigo
12 min readJan 5, 2023

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Ilustración del cuento “El traje nuevo del emperador” (fuente Wikimedia Commons)

1) Introducción

Este escrito forma parte de una serie de artículos denominados Cuentos para educar donde presentaré cuentos clásicos adaptados a los niños para ofrecerles una historia divertida y con enseñanzas fáciles de entender. Cada uno de ellos puede utilizarse como material educativo para ayudar a los niños a desarrollar valores y lecciones importantes para la gestión de sus vidas. Puedes utilizarlos con los niños de la manera siguiente:

  • 1) Primero que lean el cuento que se incluye y que respondan una serie de preguntas relacionadas con el mismo, repasar las respuestas con ellos.
  • 2) A continuación, que hagan un resumen del cuento con sus propias palabras y sin tener el texto delante, revisar el resumen con ellos.
  • 3) Por último, contrastar con los niños las enseñanzas que han aprendido del texto. Se sugiere realizarles unas preguntas y explicarles después un resumen de las enseñanzas. También se propone aplicar las enseñanzas del cuento a un ejemplo de la vida diaria de los niños. En el caso de este cuento, la aplicación que te propongo es utilizarlo para animar a los niños a ser valientes en hacer lo correcto, aun cuando hacer lo correcto nos haga enfrentarnos a nuestros miedos o vencer trabas de la sociedad.

Otro posible uso de estos artículos sería utilizarlos para el fomento a la lectura, y también para el trabajo de la comprensión lectora de los textos, que es un aspecto que la mayoría de los niños tienen que mejorar.

2) Lectura del cuento “El traje nuevo del emperador”

Hace muchos años había un Emperador tan aficionado a los trajes nuevos, que gastaba todo su dinero en vestir con la máxima elegancia.

No se interesaba por su pueblo, ni por sus soldados, ni por ninguna otra cosa que no fuera lucir sus trajes nuevos. Le gustaba utilizar un vestido distinto para cada día.

La ciudad en la que vivía el Emperador era muy alegre y bulliciosa. Todos los días llegaban a ella muchísimos extranjeros, y una vez se presentaron dos truhanes que se hacían pasar por tejedores, asegurando que sabían tejer las más maravillosas telas. No solamente los colores y los dibujos eran hermosísimos, sino que las prendas con ellas confeccionadas poseían la milagrosa virtud de ser invisibles a toda persona que no fuera apta para su cargo o que fuera estúpida.

— ¡Deben ser vestidos magníficos! — pensó el Emperador- — . Si los tuviese, podría averiguar qué funcionarios del reino son ineptos para el cargo que ocupan. Podría distinguir entre los inteligentes y los tontos.

Entonces mando abonar a los dos pícaros un buen adelanto en metálico, para que se pusieran a tejer telas para él.

Ellos montaron un telar y simularon que trabajaban; pero no tenían nada en la máquina. A pesar de ello, se hicieron suministrar las sedas más finas y el oro de mejor calidad, que se fueron guardando para sí, mientras seguían haciendo como que trabajaban en los telares vacíos hasta muy entrada la noche.

«Me gustaría saber si avanzan con la tela» — , pensó el Emperador. Pero tenía que asegurarse de enviar a una persona que no fuera estúpida o inepta para su cargo, porque entonces no podría ver lo que estaban tejiendo.

«Ya está. Enviaré a mi viejo ministro a que visite a los tejedores — pensó el Emperador — . Es el más indicado para juzgar las cualidades de la tela, pues tiene talento, y no hay quien desempeñe el cargo como él».

El viejo y digno ministro se presentó en la sala ocupada por los dos embaucadores, los cuales seguían trabajando en los telares vacíos. «¡Dios nos ampare! -pensó el ministro para sus adentros, abriendo unos ojos como naranjas — . ¡Pero si no veo nada!». Sin embargo, no soltó palabra.

Los dos bandidos le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba magníficos el color y el dibujo. Le señalaban el telar vacío, y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, pero sin ver nada, puesto que nada había. «¡Dios santo! — pensó-. ¿Seré tonto acaso? Jamás lo hubiera creído, y nadie tiene que saberlo. ¿Es posible que sea inútil para el cargo? No puedo decir que no he visto la tela, tengo que disimular».

— ¡Oh, me parece precioso, maravilloso! ¡Qué dibujo y qué colores! Desde luego, diré al Emperador que me ha gustado mucho — dijo el ministro.

— Nos da una buena alegría -respondieron los dos tejedores, dándole los nombres de los colores y describiéndole el raro dibujo. El viejo tuvo buen cuidado de quedarse las explicaciones en la memoria para poder repetirlas al Emperador; y así lo hizo.

Los estafadores pidieron entonces más dinero, seda y oro, ya que lo necesitaban para seguir tejiendo. Todo fue a parar a sus bolsillos, pues ni una hebra se empleó en el telar, y ellos continuaron, como antes, trabajando en las máquinas vacías.

Poco después, el Emperador envió a otro funcionario de su confianza a inspeccionar el estado de la tela e informarle de cuando estaría lista. Al segundo le ocurrió lo que al primero; miró y miró, pero como en el telar no había nada, nada pudo ver.

— ¿Verdad que es una tela bonita? — preguntaron los dos tramposos, señalando y explicando el precioso dibujo que no existía.

«Yo no soy tonto — pensó el hombre — , y el empleo que tengo quiero conservarlo. Es preciso que nadie se dé cuenta que no he visto nada». Y se deshizo en alabanzas de la tela que no veía, y de sus hermosos colores y aquel soberbio dibujo.

— ¡Es digno de admiración! — dijo al Emperador.

Todos los habitantes de la capital hablaban de la magnífica tela, tanto, que el Emperador quiso verla con sus propios ojos antes de que la sacasen del telar. Seguido de una multitud de personajes escogidos, entre los cuales figuraban los dos funcionarios anteriores, se encaminó a la casa donde paraban los pícaros, los cuales continuaban tejiendo con todas sus fuerzas, aunque sin hebras ni hilados.

— ¿Verdad que es admirable? — preguntaron los dos honrados dignatarios — . Fíjese Vuestra Majestad en estos colores y estos dibujos — y señalaban el telar vacío, creyendo que los demás veían la tela.

«¡Cómo! -pensó el Emperador — . ¡Yo no veo nada! ¡Esto es terrible! ¿Seré tan tonto? ¿Acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso».

— ¡Oh, sí, es muy bonita! — dijo — . Me gusta, la apruebo — . Y con un gesto de agrado miraba el telar vacío; no quería confesar que no veía nada.

Todos los componentes de su séquito miraban y remiraban, pero ninguno sacaba nada en limpio; no obstante, todo era exclamar, como el Emperador: — ¡oh, qué bonito!-, y le aconsejaron que estrenase los vestidos confeccionados con aquella tela en el desfile que debía celebrarse próximamente. — ¡Es preciosa, elegantísima, estupenda! — corría de boca en boca, y todo el mundo parecía extasiado con ella.

El Emperador concedió una condecoración a cada uno de los dos bribones para que se las prendieran en el ojal, y los nombró tejedores imperiales.

Durante toda la noche que precedió al día de la fiesta, los dos embaucadores estuvieron levantados, con dieciséis lámparas encendidas, para que la gente viese que trabajaban activamente en la confección de los nuevos vestidos del Soberano. Simularon quitar la tela del telar, cortarla con grandes tijeras y coserla con agujas sin hebra; finalmente, dijeron: ¡Por fin, el vestido está listo!

Llegó el Emperador en compañía de sus caballeros principales, y los dos truhanes, levantando los brazos como si sostuviesen algo, dijeron:

— Esto son los pantalones. Ahí está la casaca. — Aquí tienen el manto… Las prendas son ligeras como si fuesen de telaraña; uno creería no llevar nada sobre el cuerpo, más precisamente esto es lo bueno de la tela.

— ¡Sí! — asintieron todos los cortesanos, a pesar de que no veían nada, pues nada había.

— ¿Quiere dignarse Vuestra Majestad quitarse el traje que lleva — dijeron los dos bribones- para que podamos vestirle el nuevo delante del espejo?

El Emperador se quitó sus prendas, y los dos simularon ponerle las diversas piezas del vestido nuevo, que pretendían haber terminado poco antes. Y cogiendo al Emperador por la cintura, hicieron como si le atasen algo, la cola seguramente; y el Monarca todo era dar vueltas ante el espejo.

— ¡Dios, y qué bien le sienta, le va estupendamente! — exclamaban todos — . ¡Vaya dibujo y vaya colores! ¡Es un traje precioso!

— La carroza en la cual irá Vuestra Majestad durante la procesión, aguarda ya en la calle — anunció el maestro de Ceremonias.

— Muy bien, estoy a punto -dijo el Emperador-. ¿Verdad que me sienta bien? — y se miró una vez más en el espejo, para que todos creyeran que estaba admirando sus vestidos.

Los ayudas de cámara encargados de sostener la cola bajaron las manos al suelo como para levantarla, y avanzaron con ademán de sostener algo en el aire; por nada del mundo hubieran confesado que no veían nada. Y de este modo el Emperador empezó a desfilar en su carroza, mientras el gentío, desde la calle y las ventanas, decía:

— ¡Qué preciosos son los vestidos nuevos del Emperador! ¡Qué magnífica cola! ¡Qué hermoso es todo!

Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz en su cargo o por estúpido. Ningún traje del Monarca había tenido tanto éxito como aquél.

— ¡Pero si no lleva nada! -exclamó de pronto un niño.

— ¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! — dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.

— ¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!

— ¡Pero si no lleva nada! — gritó, al fin, el pueblo entero.

Aquello inquietó al Emperador, pues pensaba que el pueblo tenía razón; pero se dijo: «Hay que aguantar hasta el fin». Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.

3) Actividades que pueden hacer los niños con este cuento

3.1) Responder las siguientes preguntas relacionadas con el cuento

  • ¿Qué era lo que más le gustaba al emperador protagonista de este relato?
  • ¿Por qué decide el emperador encargarle que le hagan un traje a los dos bandidos que le querían engañar?
  • ¿Qué hacían los bandidos con la seda y otro que encargaban para tejer el traje del emperador?
  • ¿A quiénes mandó el emperador a comprobar el estado del nuevo traje que les están haciendo y por qué le mienten al emperador sobre la belleza de su traje?
  • ¿Por qué no tiene miedo un niño en decir que el emperador está desnudo?

3.2) Después de haber respondido las preguntas anteriores, hacer un resumen del cuento

3.3) A continuación revisar con los niños la enseñanza que han aprendido del texto:

  • Por ejemplo, preguntándoles: ¿Qué enseñanza has aprendido de este cuento?
  • También pidiéndoles que os expliquen si han encontrado alguna situación similar a la del cuento y como la han afrontado
  • Revisar con ellos el resumen de las enseñanzas con la ayuda de las explicaciones de la sección 4 de este artículo.
  • Finalmente, proponerles aplicar las enseñanzas del cuento a un ejemplo de la vida diaria tal como se indica en la sección 4 de este artículo. En el caso de este cuento, la aplicación que te propongo es utilizarlo para animar a los niños a ser valientes en hacer lo correcto, aun cuando hacer lo correcto nos haga enfrentarnos a nuestros miedos o vencer trabas de la sociedad.

4) Enseñanzas y valores que se pueden aprender en este cuento

En este cuento, el emperador es engañado por dos estafadores que le venden un traje que dicen que es invisible para los tontos e incompetentes. A pesar de que el traje no existe, el emperador finge que lo ve y todos los demás también fingen verlo para no ser considerados tontos o incompetentes. Finalmente, un niño puro de corazón y limpio de mente grita la verdad diciendo que el emperador no tiene ropa y todo el mundo se da cuenta de que han sido engañados.

La principal enseñanza de este cuento es que no debemos permitir que el orgullo o el miedo nos impidan hacer lo que es correcto, en este caso lo correcto es decir la verdad, que el emperador está desnudo.

El niño al decir que el emperador está desnudo hace lo correcto, y representa los siguientes valores:

  • La valentía: El niño tiene la valentía de decir la verdad a pesar de la presión de los demás para seguir fingiendo, ningún adulto de alrededor se atrevió antes a decir lo que veían sus ojos por miedo a ser apartado del grupo, pero el niño se condujo por la verdad sin tener en cuenta los convencionalismos sociales.
  • La honestidad: dice la verdad en vez de decir aquello que repite el resto de la gente.
  • La humildad: no le importa que su orgullo salga herido al decir la verdad porque la gente le pueda llamar tonto por no ver el vestido. No es que no fuera tonto, es que en realidad demostró ser el más inteligente y, también el más valiente.
  • La confianza en uno mismo: dice la verdad mostrando valentía y confianza en sí mismo, venciendo el miedo de ir en contra de la opinión del resto de la gente. Enseña a los niños a conducirse según su propio criterio y no a lo que digan los demás.

En el extremo opuesto, el emperador, aunque al final del cuento está abochornado de escuchar la verdad, prefiere seguir haciendo caso a su orgullo y decide continuar hasta el final con la mentira, fingiendo que carga la cola majestuosa de su traje, mientras los timadores huyen con las riquezas con las que se quedaron con sus malas artes. Piensa que, si el emperador hubiera renunciado a su orgullo, y hubiera reconocido la verdad, podía haber mandado apresar a los bandidos y recuperar su dinero. El comportamiento del emperador nos recuerda que hay que huir del orgullo, de la vanidad y la apariencia, ya que no nos van a traer nada bueno.

5) Ejemplo práctico: animar a los niños a ser valientes en hacer lo correcto

En el caso de este cuento, la aplicación que te propongo es utilizarlo para animar a los niños a ser valientes en hacer lo correcto, aun cuando hacer lo correcto nos haga enfrentarnos a nuestros miedos o vencer trabas de la sociedad.

Se les puede decir que el hacer lo correcto, aunque sea costoso al principio, a la larga será beneficioso e incluso puede provocar un cambio positivo en los demás. Al atreverse a decir la verdad el niño del cuento, los demás pierden el miedo y ven la oportunidad no seguir aquella mentira. Al final todos se convencen de que el emperador está desnudo, pero fue gracias a que primero el niño dijo la verdad cuando nadie se atrevía a decirla, su acto valiente fue beneficioso para la sociedad.

Aquí te adjunto cinco ejemplos de situaciones en las que se puede enseñar a los niños a hacer lo correcto, aunque les cueste vencer sus miedos o enfrentarse a la sociedad:

  1. Decir la verdad, aunque sea difícil: Enséñales que es importante ser honestos incluso cuando las consecuencias pueden ser difíciles de afrontar. Por ejemplo, si un niño rompe algo en casa, enséñale que es mejor decir la verdad y asumir la responsabilidad sobre su acto que intentar ocultarlo o mentir que es mucho peor. Refuerza este comportamiento sin imponer un castigo demasiado serio y obteniendo un compromiso del niño de ser más responsable en adelante, ese compromiso debe estar basado no en el miedo del niño, sino en el convencimiento del niño de que lo que ha hecho está mal y que debe mejorar su comportamiento. Aunque para el niño pueda ser más terrible enfrentarse a las consecuencias de sus actos en el corto plazo, hay que convencerle que en el largo plazo le traerá beneficios.
  2. Defender a alguien que está siendo acosado: Enséñales a ser defensores de los demás. Si ven que alguien está siendo acosado o intimidado, anímalos a intervenir y hablar con un adulto si es necesario. Aunque pueda ser difícil, hacer lo correcto y proteger a los demás es lo más importante.
  3. Hacer lo correcto, aunque los demás no lo hagan: Enséñales que no deben seguir el ejemplo de los demás si estos hacen algo que no es correcto. Por ejemplo, si sus amigos quieren hacer trampa en un juego, anímalos a tomar una postura y hacer lo correcto, aunque sus amigos no lo hagan. Dile también que este comportamiento valiente puede influir en el grupo y mejorarlo, que puede ser un ejemplo para sus amigos.
  4. Ser amable y respetuoso con los demás: Enséñales a ser amables y respetuosos con los demás, independientemente de sus diferencias. Anímalos a ser amigos de aquellos que son diferentes y a aceptar a todos como son.
  5. Tomar decisiones basadas en los valores personales: Enséñales a tomar decisiones basadas en sus propios valores y principios, incluso si los demás no están de acuerdo. Anímalos a ser fieles a sí mismos y hacer lo correcto, incluso si eso significa ir en contra de la corriente.

6) Origen de este cuento

El traje nuevo del emperador, también conocido como El rey desnudo, es un cuento escrito por Hans Christian Andersen y publicado en 1837. La historia es una fábula con un mensaje de advertencia: «No tiene por qué ser verdad lo que todo el mundo piensa que es verdad». Para escribir este cuento, Andersen tomó como base uno de los relatos de “El conde Lucanor” escritos por el infante Don Juan Manuel, en concreto, el relato número XXXII “Lo que sucedió a un rey con los burladores que hicieron el paño”.

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© Virgilio Postigo Cubo. 2023.

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Este escrito forma parte de una serie de artículos donde incluyo adaptaciones de cuentos clásicos, para que sean fácilmente entendibles por los niños, para utilizarlos como material didáctico para enseñarles valores y otro tipo de enseñanzas que les sean útiles para la gestión de sus vidas.

También puedes acceder a material didáctico gratuito para niños de mi libro “Nico, el pequeño detective” en el siguiente enlace.

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Written by Virgilio Postigo

Telecommunications Engineer based in Madrid, Spain. Interested in technology, writing, education, psychology, health, environment, and improvement of society.

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